ENTRENANDO LA MENTE

Entrenando la mente (2/2)
Por Eva Montero (psicóloga del Deporte)

En esta segunda parte, completamos la introducción a la psicología del deporte específica para el ciclismo y los ciclstas.


La autoconfianza
Todos hemos oído comentarios como “hay que echarle un par para aguantar esas rampas infernales”. Es evidente que no son nuestros atributos sexuales los que ponen toda la carne en el asador, sino nuestro cerebro, donde actúa una variable psicológica importantísima: la autoconfianza. Si nos creemos capaces de encarar con éxito esa pared, tenemos más probabilidades de superarla que si estamos convencidos de no ser capaces de hacerlo. Para tener un buen nivel de autoconfianza (ni bajo ni tampoco muy alto), lo más importante es conocernos a nosotros mismos. Un psicólogo del deporte resulta de gran ayuda en esta cuestión, puesto que te enseña cómo:

Conocer tu “punto de partida” físico y mental, evaluando de forma objetiva tus aptitudes en ambos aspectos.
Contribuir a evaluar de forma realista y positiva tus resultados. Hay ocasiones en que un mal resultado distorsiona la percepción global de tu forma física (lo ves todo negro).
Conocer tus puntos débiles y fuertes cuando te pones a dar pedales.
Entrenar estrategias psicológicas que potencien esos puntos fuertes, y solventen o minimicen los débiles.
Aplicar esas estrategias en el momento oportuno.




La autoconfianza viene regulada principalmente por otras dos variables psicológicas: la motivación y el estrés.
La motivación: puede ser intrínseca o extrínseca. En un cicloturista es intrínseca (o sea, que montamos en bici porque nos gusta), con lo cual es muy fuerte y tiene menos posibilidades de sufrir altibajos. La motivación extrínseca, como puede ser en profesionales la fama o una buena retribución económica, puede desaparecer con más facilidad y con ello perturbar la autoconfianza. La motivación intrínseca en un cicloturista puede verse afectada cuando se ha marcado una meta y es necesario entrenar mucho para conseguirla. Ya no se sale tanto por placer, sino cargado con una cierta dosis de obligación que puede pesar demasiado, sobre todo si no tienes muy claro tu objetivo ni lo que estás dispuesto a sacrificar por conseguirlo. Esto, en cambio, no ocurre en el caso de la motivación extrínseca: un profesional sabe que entrenando se gana la vida, es su trabajo. Para potenciar la motivación, la psicología del deporte aporta, entre otras, estrategias como la planificación de objetivos y el autorregistro.

El estrés
El estrés: es una situación mantenida de tensión nerviosa que moviliza las energías de nuestro cuerpo y nos las resta de la práctica deportiva. Es como si el organismo detectara que hay un “intruso” y enviara a las defensas a combatirle. Un nivel moderado de estrés puede facilitar la concentración y la atención, al propiciar un estado de “alerta”, pero un nivel excesivo produce cansancio antes de tiempo e impide aprovechar al máximo nuestra capacidad física. A mayor nivel de estrés, mayor nivel de inseguridad, con lo cual la autoconfianza baja. En un cicloturista, las posibles fuentes de estrés son:

Afrontar un puerto que nunca antes se había intentado.
Participar por primera vez en una marcha de alta dificultad o un ciclomaratón.
En cualquier salida del club, circunstancias como tráfico intenso, mala carretera, lluvia o frío, compañeros que van muy rápidos, etcétera.


Para combatir el estrés, un psicólogo del deporte puede entrenar al deportista en distintos tipos de relajación y técnicas como la parada del pensamiento y las autoinstrucciones.



Estrategias psicológicas
Otro mito respecto a la labor del psicólogo es la presunción de que llevamos una varita mágica escondida en el bolsillo. O sea, que chasqueamos los dedos y el problema está resuelto. A este director, del que he hablado al principio, le comenté que el miedo al descenso de uno de sus corredores podría solventarse con estrategias psicológicas. Entonces me preguntó: “¿Y qué le dirías?”, como si con una charla le fuera a convencer para lanzarse a cien por hora en el siguiente puerto. Cuando se detecta un problema como éste, primero hay que evaluarlo y buscar la estrategia psicológica más adecuada. Después hay que entrenar esta estrategia y, una vez dominada, se aplica, en el caso del miedo al descenso, primero en puertos con bajadas suaves, incrementándose poco a poco la dificultad hasta superar el problema.
De la misma forma, aún y cuando no exista un problema sino que simplemente se desea progresar, como puede ser mejorar la técnica de pedaleo, también se puede entrenar mediante técnicas como la práctica en imaginación.
Son muchas más las cosas útiles que la psicología del deporte puede aportar al deportista: en definitiva, resulta de muchísima ayuda para potenciar sus facultades, tanto a nivel aficionado como profesional, o para la realización de ejercicio físico de forma habitual.


FUENTE arueda.com

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