ENTRENANDO LA MENTE

Entrenando la mente (1/2)
Por Eva Montero, psicóloga del Deporte


Cuando la gente escucha la palabra “psicólogo/a” tiene tendencia a pensar que sólo tratamos a aquellos que están locos o que no andan bien de la cabeza. Muchas veces al comentar que soy psicóloga me han soltado frases del tipo: “Habla con fulanito, que es un zumbado” o “mira a ver si le arreglas, que está colgado”... Cierto director deportivo me dijo un día en broma que hablara con todos los de su equipo y le dijera cuántos estaban locos. Mi contestación fue: “¿Locos? ¡Todos! Los ciclistas estáis todos locos”. Aquí he de decir que debo incluirme yo, por supuesto.



Un puntillo de locura es la sal en nuestra vida cotidiana y de eso sabemos mucho a quienes nos gusta dar pedales, seamos o no profesionales. Si ese puntillo de locura se desmadra, o si, simplemente, te encuentras mal a causa de algún suceso concreto o desazón sin motivo aparente, es bueno acudir a la consulta de un psicólogo clínico para quitarte ese problema de encima antes de que pase a mayores. Es como acudir al médico cuando tienes una gripe: de esta forma evitas que se convierta en una pulmonía. Estoy hablando, repito, de un psicólogo clínico. Pero la psicología no sólo se ocupa de la gente que está “mal de la azotea”. Existen varias especialidades donde su función es muy diferente (psicología industrial, educacional, social, matemática, biológica, etcétera).



La psicología del deporte trata un aspecto concreto de la persona: aquél que está relacionado con su práctica deportiva. El psicólogo del deporte actuará básicamente sobre esta faceta, procurando incidir lo menos posible en lo personal. En algunos casos, sí puede ser necesario tratar a un deportista por problemas que, aunque ajenos a su vida deportiva, afecten a su rendimiento en este área. Para ello estamos también capacitados los psicólogos del deporte, pudiendo realizar este tipo de intervención siempre y cuando el propio deportista lo autorice y no se trate de una patología grave; en este caso debe tratarlo un psicólogo clínico.
En líneas generales, la psicología del deporte se ocupa de preparar la mente para atender a las demandas psicológicas antes, durante y después del ejercicio físico. Dentro de la práctica deportiva, existen dos aspectos fundamentales que se influyen mutuamente: lo físico y lo psicológico. Muchos deportistas acuden a un entrenador o a un preparador físico para que les entrenen y preparen el cuerpo, y este profesional en ocasiones hace también labor de apoyo psicológico sin tener la preparación adecuada, pudiendo ser más contraproducente que beneficioso. La “pata” psicológica, que afecta de forma muy importante al rendimiento deportivo debe ser llevada por un psicólogo del deporte, que viene a ser como un entrenador mental.



¿Para quién?
Puede parecer a priori que la psicología del deporte está más indicada para los deportistas que compiten, sobre todo los profesionales. No cabe duda de que para obtener buenos resultados, es necesario un buen rendimiento y este buen rendimiento se consigue en base a un buen entrenamiento, tanto físico como psicológico. Por ello la figura del psicólogo del deporte en alto rendimiento es muy importante a pesar de no estar todavía muy extendida. Pero la psicología del deporte no está restringida a la competición. También es muy útil para personas que:

Practican deporte por diversión, sin afán competitivo. Si les gusta superarse y progresar, la psicología del deporte les va a proporcionar herramientas muy útiles, y si quieren simplemente seguir a su nivel, les ayuda a “pasarlo menos mal” cuando las circunstancias son adversas (lesiones, poco entrenamiento, etcétera).
Realizan ejercicio físico por motivos de salud, tanto de forma preventiva como por prescripción médica. La psicología del deporte contribuye a convertir en un hábito la práctica del ejercicio físico, solventando de esta forma la falta de motivación por el deporte en sí.


El entrenamiento mental se puede practicar a cualquier edad: desde los niños que eligen un deporte y empiezan a entrenar, hasta las personas mayores que necesitan hacer ejercicio físico para no quedarse anquilosados. Por supuesto, es muy útil en todos los deportes, siendo de especial relevancia en deportes de gran fondo y dureza como el ciclismo, en los que el componente psicológico es esencial.



La mente también pedalea
Cuando subimos un puerto y el cansancio aparece, el dolor de las piernas cada vez se hace más insoportable y sientes ganas de echar pie a tierra, descansar y dejar la ascensión para otro día; pero te sobrepones y continúas. Es en este momento donde empieza la cabeza a controlar el cuerpo: las neuronas entran en pugna con los músculos y les ordenan aguantar hasta llegar arriba, prometiéndoles un merecido descanso en el descenso. Esta es una de las formas en que se progresa en deporte: dando una vuelta de tuerca más a tu resistencia física instigado por tu fuerza mental.

También puede ocurrir que un día te levantes con pocas ganas de entrenar y a pesar de ello sacas del cajón el maillot, el culote, te calzas las zapatillas y sales a dar otra vuelta. Otra vez la mente está “pactando” con unas piernas perezosas: sabes que si sales este domingo estarás mejor preparado para el siguiente y aguantarás mejor la rueda de tus compañeros de club, mejorarás tu marca personal en alguna marcha o podrás afrontar un ciclomaratón en condiciones.
En ambos casos estamos progresando gracias a nuestra cabeza, pero puede ocurrir al contrario. Pongamos que salimos en una marcha de éstas que va la gente “con el cuchillo en la boca” y nos dejamos llevar por un ritmo endiablado los primeros kilómetros. Obsesionados con no perder rueda, estamos forzando más de la cuenta, y este esfuerzo luego nos pasará factura, pudiendo acabar con la glucosa por los suelos, deshidratados, con calambres, y, por supuesto, sin conseguir mejorar nuestra marca anterior o incluso teniendo que echar pie a tierra. Aquí la mente tiene que aprender a regular nuestra energía.

FUENTE ARUEDA.COM

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las expectativas demasiado elevadas son un peligro.

¿Puede un ciclista ser bueno en todo?

Compartir lo que sabes es aprender.